Mi peor anécdota en un restaurante: un día para recordar
La receta de la desgracia
Recuerdo ese día como si fuera ayer. Fue un día en que todo salió mal en un restaurante. Me iba a preguntar que suena igual a otras veces, pero tengo que aclarar que es la peor experiencia que he vivido en cualquier lugar de comida.
La espera interminable
Había llegado temprano a un restaurante famoso de la ciudad, con el objetivo de degustar uno de los platos más exclusivos de la carta. La idea era que todo fuera perfecto y podría regresar a casa con una sonrisa en el rostro. Pero, bueno, así fue como empezó todo.
– Me senté en el restaurante a las 7:00 de la tarde
– Esperé a las 7:30 la carta
– Al elegir mi plato no esperé tampoco a que lo llevaran,
– esperé mi llegada del plato hasta 0:15 de la mañana
El plato: una decepción
Finalmente, después de media hora de espera, por fin llegó mi plato. Me levanté con la ilusión de probar algo sabroso, pensando que, finalmente, todo había ido a gusto.
– Al probarlo, su sabor me parecía básico
– No había condimento que diera soltura al plate
– Era como comer una cena de trabajo,
– ni sabía bien, ni mal
El golpe de gracia
Y hete aquí la peor gota de la resaca de ese día: cuando me pagué y fue al baño para ver si era yo, me saludé con otros pasajeros que habían cometido el mismo error que yo antes de mí.
– cuando salí del baño,
– me toqué la cara y me encontré con mi reflejo
– salimos los dos de ahí juntos
Este relato lo refunciona un periodista que decide ir a un galeón para presenciar y vivir algún de sus ritos religiosos que son para los marinos.